No, no es solo tu hijo el que es raro.

Cualquier padre o cuidador de un niño pequeño sabe que estos años están llenos de momentos impredecibles: rabietas, gritos, golpes, mordidas, arcadas y una larga lista de comportamientos desconcertantes. Un minuto estás conteniendo la respiración, y al siguiente, te estás riendo sin poder creer lo que acaba de pasar.

Pero, ¿qué está pasando realmente en la cabecita de tu niño cuando se mete arvejas en las orejas, bebe agua de la bañera o se desnuda repentinamente en medio de una tienda? Vamos a descubrir las razones detrás de estos extraños comportamientos de los niños pequeños —y te daremos consejos prácticos para enfrentarlos sin perder la cordura.


Quitarse la ropa cuando les da la gana

Muchos niños pequeños parecen tener una extraña devoción por estar desnudos; apenas cruzan la puerta de casa, empiezan a desvestirse, dejando un rastro de ropa hasta el sofá.

Hay varias razones por las que los peques sienten tantas ganas de andar como Dios los trajo al mundo. Para empezar, la idea de la modestia todavía está muy lejos de su etapa de desarrollo. Y como aún no comprenden bien la diferencia entre lo público y lo privado, para ellos es lógico pensar: «Si me puedo quitar la ropa a la hora del baño, ¿por qué no en medio de la oficina de correos?»

Desvestirse también puede hacerlos sentir poderosos: es algo que pueden hacer solitos, y lo usan como una forma de afirmar su independencia. Hasta que sean lo suficientemente grandes como para entender que el mundo no es una zona “libre de ropa”, establece límites claros y simples: está bien estar desnudos en casa, pero la ropa se mantiene puesta en público o cuando hay visitas.


Golpearse la cabeza

Hasta que los niños pequeños puedan decirte claramente cuándo están cansados, ansiosos o sobreestimulados, suelen recurrir a conductas físicas para calmarse—y golpearse la cabeza es una de ellas.

Aunque suene y se vea aterrador, la mayoría de los niños dejan de hacerlo antes de los 3 años. Mientras tanto, por lo general no hace falta intervenir. En su lugar, puedes ayudarles a relajarse con rutinas tranquilas a la hora de dormir, como música suave o un masaje. Evita regañarlos o hacer un gran escándalo al respecto, ya que podrías reforzar sin querer el comportamiento. Eso sí, si tu hijo se está lastimando o parece usar esta conducta para desconectarse del mundo, lo mejor es consultar con el pediatra.


Aguantar la respiración

Aguantar la respiración es como una rabieta clásica, pero con un toque dramático. Suele pasar cuando tu niño se siente abrumado—sobre todo si tiene una personalidad intensa o un gusto por el teatro.

La mejor forma de manejarlo es mantener la calma y no ceder a sus demandas. Si cedes, podrías estar enseñándole que aguantar la respiración es una forma efectiva de conseguir lo que quiere.

Sí, es impactante ver a tu hijo ponerse rojo (¡o incluso azul!) de la cara, pero trata de no entrar en pánico. Incluso en los raros casos en los que se desmayan por unos segundos, su cuerpo empezará a respirar automáticamente. De todas formas, si tu peque llega a desmayarse, lo más prudente es comentárselo al pediatra para descartar cualquier otro problema.


Beber agua del baño como si fuera vino caro

Le ofreces agua a tu niño todo el día y ni caso… pero en cuanto entra a la bañera, actúa como si fuera un buffet libre de bebidas. ¿Qué está pasando?

Piensa en esto: para tu peque, la bañera es como una gran fiesta de té—y él está sentado dentro de la tetera, como dice Ann Douglas. Aunque un traguito ocasional probablemente no le haga daño (aunque sí sea bastante asqueroso), es una costumbre que conviene frenar.

Pídele con calma que deje de hacerlo y retira cualquier juguete en forma de taza, esponja o lo que esté usando para «servirse». Si sigue bebiendo, distráelo con otra cosa. Y si nada funciona… hora de vaciar la bañera y dar por terminada la sesión de spa.


Narices y orejas NO son compartimentos de almacenamiento

Tu niño no solo está explorando el mundo—¡también está explorando su propio cuerpo! ¿Y qué mejor manera que metiendo arvejas, piedritas, cuentas o restos de comida en la nariz o los oídos? Para ellos, su cuerpo es otro experimento científico… con compartimientos secretos.

Si ya estás atento a los riesgos de asfixia, vas por buen camino. Pero no te confíes—cosas como pedacitos de crayón, espaguetis o papas fritas solitarias parecen inofensivas, pero son del tamaño perfecto para meterse donde no deben.

¿Lo atrapaste justo en el acto? Respira hondo y dale un recordatorio tranquilo y claro: “Las cosas pequeñas son para sostener, no para meter en el cuerpo”, o “La comida va en la boca, no en la nariz.” (Sí, lo dirás muchas veces.)

¿Ya se metió algo? Puedes intentar que se suene suavemente la nariz para ver si sale. Pero si está atascado o si lo metió profundo en el oído, nada de pinzas—mejor ir directo al médico para una extracción segura. Nadie quiere espagueti en el canal auditivo… ni una sola vez.


Sobrevivir con 3 galletitas de pez o comerse la despensa entera—no hay punto medio

Preparar comida para un niño pequeño se siente como estar en un programa de cocina… excepto que el juez tira la comida al suelo y el premio es absolutamente nada. Un día aman los sándwiches de queso sin corteza y la compota. ¿Al día siguiente? Actúan como si les hubieras servido veneno.

Aunque parezca una batalla de voluntades, el rechazo a la comida suele ser más un problema de comunicación que de control. Cuando tu niño dice “no me gusta”, lo más probable es que realmente quiera decir “no lo quiero ahora mismo.” Igual que los adultos, sus gustos cambian, solo que no tienen las palabras (ni la paciencia) para explicarlo.

¿La mejor estrategia? Seguir ofreciendo una variedad de alimentos sin presión. Las fases raras de comida (tipo “solo como cosas naranjas”) son normales y pasajeras. Y si te parece que come menos que una planta, tranquilo: a esta edad, necesitan muchas menos calorías que cuando eran bebés. Su crecimiento se desacelera, aunque su personalidad esté en pleno auge.


Ser la única persona autorizada para limpiar el trasero de tu hijo: una bendición… y una maldición

¡Felicidades (supongo)! Eres la persona elegida. Pero también puede doler un poquito cuando tu peque te empuja y solo quiere que el otro papá o mamá lo acueste o le cepille los dientes. Trata de no tomártelo como algo personal—de verdad no es contigo. A esta edad, no piensan en los sentimientos ajenos; si no lo has notado aún, los niños pequeños son bastante egoístas… y eso es totalmente normal.

Alrededor del primer año, empiezan a notar que cada persona les ofrece algo diferente. Tal vez ese día quieren el cepillado de dientes con ruiditos y canciones que hace tu pareja, o simplemente extrañan al padre que estuvo fuera todo el día. A veces, solo buscan un tipo específico de atención.

¿La buena noticia? Estas preferencias van y vienen. Los niños pequeños cambian de opinión más rápido que se cambian los calcetines (lo cual, seamos honestos, no es muy seguido). Así que aguanta… tu momento de ser el favorito está más cerca de lo que crees.