Cuando Los Hermanos Pelean

Aquellos de nosotros que crecimos con hermanos sabemos lo frustrantes que podían ser. Ahora, como adultos con hijos propios, vemos a nuestros niños atravesar los mismos desafíos que conlleva tener hermanos. Como padres, ganamos una nueva perspectiva de lo que nuestros propios padres soportaron —y una comprensión más clara de cuán triviales eran muchas de nuestras discusiones de infancia (aunque en ese momento parecían muy importantes).

Las peleas entre hermanos suelen comenzar con un simple desacuerdo—ya sea por determinar de quién es un juguete, a qué jugar o quién se sienta en cierto lugar del sofá. Estas pequeñas disputas pueden escalar rápidamente a gritos, insultos o incluso peleas físicas. Dado que los niños pequeños aún están aprendiendo a entender y manejar sus emociones, este tipo de comportamiento es bastante común—lamentablemente.


Cómo Separar las Peleas

Intervén temprano para evitar que escale. Trata de detener el conflicto antes de que lleguen las lágrimas. Esto puede significar separar físicamente a tus hijos o enviarlos a lados opuestos de la habitación para que se calmen.

Mantén la calma. Aunque puede parecer difícil en el momento, mantener la calma ayuda a evitar que la situación empeore. Guarda tu energía para cuando todo se tranquilice y puedas enfocarte en reforzar el comportamiento positivo.

Diles que hablarás del tema más tarde. En el calor del momento, los niños suelen estar demasiado alterados como para escuchar. Hazles saber que se hablará del problema cuando todos estén más tranquilos—aunque eso signifique esperar hasta el día siguiente, especialmente con niños mayores.

Aplica consecuencias justas y consistentes. Si tu familia utiliza consecuencias, aplícalas de manera equitativa a todos los niños involucrados. Por ejemplo, si la pelea fue por un juguete, ninguno de los niños debería quedarse con él después del conflicto.


Consejos para Manejar las Peleas

Estas estrategias pueden ayudar a reducir la tensión cuando surgen peleas entre hermanos:

Sé justo, no idéntico. Trata a todos tus hijos con equidad, pero comprende que ser justo no significa tratarlos exactamente igual. Es razonable esperar que un niño de 6 años entienda mejor sus responsabilidades que uno de 3 años.

Evita comparaciones negativas. Comentarios como: “Tú deberías saberlo, eres mayor” o “Tú siempre eres el problemático” pueden aumentar el resentimiento y empeorar la situación. Concéntrate en el comportamiento, no en el niño.

Comprende la causa raíz. Identificar por qué comenzó la pelea te ayudará a responder de manera más efectiva. Por ejemplo, si un niño empuja a otro para quitarle un juguete, es importante intervenir—de lo contrario, puede aprender que la agresión da resultados. Observar de cerca a tus hijos te ayudará a identificar patrones y a actuar con más precisión.

Usa reglas familiares claras. Establece expectativas simples y consistentes como “Hablamos con amabilidad” o “Las manos son para ayudar, no para golpear”. Recuérdales estas reglas durante los conflictos y aplica consecuencias de forma coherente cuando se rompan.

Ten un plan preparado. Anticípate a cómo manejarás distintos tipos de conflictos. Para desacuerdos menores, guía a tus hijos para que resuelvan el problema entre ellos. Para problemas más graves—como peleas físicas o conflictos repetidos después de haber acordado una solución—prepárate para intervenir con consecuencias.


Cómo Controlar Tus Emociones

Mantener la calma es clave cuando los niños pelean. La forma en que reaccionas puede influir directamente en cómo se desarrolla la situación. Si el conflicto no representa un peligro físico ni requiere intervención inmediata, tómate un momento para hacer una pausa. Intenta detenerte, respirar profundamente y contar hasta 10 en silencio antes de responder.

Esa breve pausa te da la oportunidad de regular tus propias emociones, lo que te permite abordar la situación con una mente más clara y un tono más tranquilo. A menudo, esos pocos segundos bastan para evitar que el enojo o la frustración te dominen. Si después de eso aún te sientes abrumado, está bien tomarte un breve descanso—siempre que sea seguro hacerlo. También puedes pedir a otro adulto de confianza que intervenga mientras tú te tomas un momento para tranquilizarte.

Al manejar tus propias emociones, estás modelando el autocontrol y la autorregulación emocional—habilidades esenciales que los niños aprenden a través del ejemplo. Tu capacidad de mantener la calma durante un conflicto les muestra que es posible mantener la compostura bajo presión, y que además es más efectivo. Recuerda, los niños están siempre observando cómo respondes en momentos difíciles. La manera en que tú manejas el estrés se convierte en una lección poderosa sobre cómo ellos aprenderán a manejar sus propias emociones y conflictos; algo que les será útil a largo plazo.