Manejar la rivalidad entre hermanos

Los padres y cuidadores de más de un hijo conocen la lucha que supone que sus hijos se peleen por el mismo juguete, se toquen las narices o se insulten. A veces las peleas/argumentos terminan por sí solas sin demasiadas peleas. Pero, ¿cómo manejamos como padres la rivalidad entre hermanos sin que parezca que hay un favorito o permitiendo que se produzca una pelea de MMA en el salón? Pues bien, aquí tienes algunos consejos para ayudarte: comprender las necesidades de tus hijos, controlar su comportamiento negativo y ayudar a tus hijos a llevarse bien.

 

¿Por qué se pelean mis hijos?

Una de las principales razones es el cambio; el cambio puede provocar ansiedad e incertidumbre y los niños a menudo no saben cómo afrontarlo y mucho menos expresar a los demás que se sienten ansiosos. Uno de los cambios clásicos para un niño es tener un nuevo hermano. A veces, por mucho que intentes preparar a los mayores, no aceptan bien el cambio. Un día podrán hacer lo que quieran: hablar, cantar, gritar, golpear los juguetes tan fuerte como quieran y sus padres estarán a su disposición cuando lo pidan. Al siguiente, sus padres están pre-ocupados por un bebé maloliente y ruidoso y sus padres les dicen que se callen porque el bebé está durmiendo. Para el mayor, no es justo que el bebé les quite la atención de sus padres y les quite la diversión.

 

Ser hermano de un niño con necesidades especiales (retraso en el desarrollo, salud mental o algún problema médico) también puede ser una lucha para algunos hermanos. Pueden sentir que su hermano recibe más atención que ellos y no comprender realmente la necesidad subyacente que requiere apoyo adicional.

 

También puede influir el temperamento del niño: si los hermanos tienen una personalidad diferente, puede que no se lleven muy bien. Piensa en alguna ocasión en que sólo querías leer un libro, ver la tele o hacer algo a solas y había alguien que no paraba de hablar, que no paraba de interrumpirte o de hacerte preguntas. Sí, apuesto a que puedes y también apuesto a que puedes recordar lo exasperante que puede llegar a ser.

 

¿Cuándo intervenir?

Una buena regla para saber si debes intervenir o no en las peleas de tus hijos es si hay un altercado físico. Si tus hijos sólo discuten, gritan, se insultan, intenta que lo solucionen ellos mismos (dentro de lo razonable). Si siempre interrumpes las peleas, tus hijos pueden aprender que mamá/papá va a venir a rescatarme y a arreglar mi problema, en lugar de aprender a transigir y a resolver los problemas por sí mismos.

 

Cuando cruzarse de brazos no es una opción y tienes que intervenir antes de que toda la casa implosione, es importante que resuelvas la situación con tus hijos. No te limites a parar la discusión y a mandar a los niños a paseo. Ayuda a tus hijos a procesar y resolver la situación; pregúntales cómo podrían haber manejado la situación de otra manera. No lo conviertas en el «juego de las culpas», cada niño es igualmente responsable de las peleas. Por último, intenta que tus hijos lleguen a un punto en el que puedan aceptar un compromiso; puede que no sea exactamente lo que quieren, pero pueden conseguir algo de lo que desean.

 

Reducir los argumentos

Establecer normas básicas para las discusiones también puede ser una buena idea; poner límites a lo que es y lo que no es un comportamiento aceptable durante las discusiones (tú, como padre, también puedes reforzar esto en tu casa durante tus propios desacuerdos con la familia).

 

Dar a cada niño una atención individualizada puede ayudar a reducir la rivalidad entre hermanos y las discusiones, sobre todo cuando pasar tiempo con ellos implica sus propios intereses y necesidades.

 

También puedes proporcionar a tus hijos algunos juguetes u objetos que sean exclusivamente suyos, que el objeto esté fuera del alcance del otro hermano y viceversa, así no habrá dudas de a quién pertenece el objeto. Esto puede dar a los niños un sentido de propiedad e individualidad.

 

Pasar algún tiempo de calidad juntos en familia también puede ayudar; ver una película, ir a un parque, jugar a un juego aburrido puede aliviar la tensión entre los hermanos mientras tú pasas tiempo con los dos.

 

 

Dicho todo esto, siempre habrá discusiones entre hermanos (incluso en la edad adulta), pero como padres podemos intentar mitigar y mediar en las discusiones que tengan nuestros hijos. Puede que no las ganemos todas, y puede que haya ocasiones en las que el resultado sea menos que deseable para todas las partes implicadas,. Pero nosotros, como padres, podemos sentar las bases de unas relaciones entre hermanos sanas (y de las relaciones en general) con la forma en que actuamos y reaccionamos ante los demás en nuestro hogar y comunidad.