¿Las rabietas después del colegio? ¿Por qué ocurren y qué hacer al respecto?

Tu hijo acaba de llegar del colegio y, según todos los indicios (ya sea por sus propios informes o por los del profesor), ha tenido un buen día en el colegio. Entonces, ¿por qué demonios, 5 minutos después de haber entrado por la puerta, tiene una crisis?

 

¿Por qué hacen esto los niños, que (aparentemente) llegan a casa contentos y luego lo siguiente que sabes es que están gritando o que, como mínimo, te están poniendo de mal humor?

 

Bueno, en primer lugar, el hogar es el espacio seguro de tu hijo, donde puede ser realmente él mismo sin temor a ser juzgado por sus compañeros o por el personal del colegio. En realidad, por frustrante que te resulte en ese momento, debes considerar la rabieta de tu hijo como una buena señal de que se siente lo bastante cómodo como para dejarse llevar. Algunos niños se pasan todo el día en el colegio aguantando y, una vez en casa, sueltan todas sus frustraciones, su ansiedad y cualquier otra cosa a la que se hayan aferrado durante el día. Tu hijo se ha pasado todo el día escuchando a su profesor, siguiendo instrucciones, lidiando con la jerarquía social de su clase y con todas las pequeñas cosas que ocurren durante el día y que le ponen de los nervios. Cuando llegan a casa, están agotados; y resulta que tú eres un blanco cómodo y fácil.

 

Entonces, ¿cómo podemos los padres ayudar a nuestros hijos?

 

No podemos tomárnoslo como algo personal, dale a tu hijo el beneficio de la duda, sobre todo si sabes que ha tenido un buen día, que no se está comportando así a propósito. Lo que puedes hacer como padre es tomarte su comportamiento con calma, pero también mantenerte firme con ellos. Un ejemplo podría ser pedirles que guarden los zapatos y la mochila después de dejarlos en la puerta. Aunque se muestren reacios a hacerlo y opongan resistencia, puedes ofrecerles ayuda para guardar sus cosas dándoles una opción. Puedes preguntarle si prefiere guardar la mochila o los zapatos; de este modo, tu hijo tiene la posibilidad de elegir, una sensación de control (que es una opción que no siempre está disponible en la escuela).

 

Hazle saber que comprendes por lo que está pasando y que estás orgulloso de que sea capaz de seguir instrucciones y ser amable con los demás en la escuela. Lo que no debes hacer es establecer comparaciones entre el comportamiento de tu hijo en la escuela y en casa. No digas cosas como «¡Tu profesor dice que te ofreces voluntario para limpiar! ¿Por qué no lo haces aquí?» o «Tu profesor dice que sabes escuchar muy bien en el colegio. ¿Por qué tengo que levantar la voz para que me respondas?». Porque recuerda que tu hijo tiene unas exigencias diferentes en la escuela que en casa, y que en la escuela hay más consecuencias naturales para su comportamiento cuando no sigue las instrucciones; por ejemplo: ser condenado al ostracismo por sus compañeros, sufrir acoso escolar o ser etiquetado como un niño «malo».

 

Tómate un tiempo, aunque sólo sean unos minutos, para conectar con tu hijo. Puedes hablar de su día, leer un libro con él, ver su programa de TV favorito o simplemente pasar un rato abrazado a él. Pero sea lo que sea, asegúrate de que tu hijo sepa que estás presente al 100% y que quieres estar a su lado.

 

Si a tu hijo le cuesta relajarse después del colegio, puedes intentar crear un espacio tranquilo para él en casa; un lugar al que pueda ir y pasar un rato a solas para descomprimirse de su día hasta que esté preparado para volver a interactuar. Busca un rincón de la casa que les guste y ponlo cómodo con mantas, almohadas o peluches. Dile a tu hijo que puede utilizar ese espacio cuando necesite un descanso de las cosas que ocurren a su alrededor. Lo que no debe ser es una forma de castigo. No le digas a tu hijo que vaya al espacio cuando estés enfadado con él; esto hará que asocie el espacio con algo negativo, lo que anula su finalidad. En cambio, si sabes que está empezando a enfadarse, puedes hacerle una sugerencia o preguntarle si quiere utilizar su espacio. De nuevo, es dar a tu hijo la posibilidad de elegir, esa sensación de control que puede ayudarle a calmarse cuando se sienta como si no tuviera ningún control.

 

Lo importante es que sigas siendo el espacio seguro de tu hijo; que siga sintiéndose cómodo siendo abierto contigo. Cuando no te enfrentas a su energía, sino que lo haces con compasión, comprensión y amor, seguirán siendo abiertos contigo y sabrán que pueden acudir a ti siempre que se sientan abrumados o necesiten ayuda.